lunes, 9 de mayo de 2022

En defensa de un ritmo patrio. (agosto 1950)

 


Un recordado festival en el Forestal. – Necesidad de una liga para salvar a nuestra cueca. –

Los días de septiembre están próximos con todas sus promesas de sol mas cálido y verdes alfombras de césped. Como un pórtico en el calendario, nos invita para que podamos recorrer sin pesadumbre los últimos tramos de este mes de agosto que suena casi siempre mal. El nombre de septiembre nos entusiasma, porque encierra la alegría del Dieciocho, quedando canalizado nuestro espíritu para todas las emociones que han de venir en los meses subsiguientes.

Quieran los dioses que en este septiembre que viene veamos bailar la cueca tal como es, libre de todo adorno que la deforma y que no se le mire con esa indiferencia enfermiza en medio de tanto ritmo extranjero.

Así como hay una entidad en reciente formación, para defender a los peatones, es preciso organizar en las ciudades principales del país entidades que defiendan la cueca. ¿Acaso no es un ideal justo? Para petados en la trinchera de nuestros cariños patrios podemos rechazar toda intromisión en el campo chilenísimo de la cueca. Que desaparezcan del escenario los “adoradores” de este baile, que en su afán de teatralismo, no hacen más que rebajar el baile nacional al nivel de la caricatura.

Recordamos que hace algún tiempo en el Parque Forestal se realizó un festival de música chilena. Fue en septiembre. El rumor del río sirvió de bambalina al escenario improvisado.

La noche entraba con sus zapatillas de seda, pero de pronto la alegría se esparció con las luces. Resonaron los altoparlantes y la voz de los cantantes se desparramó por todas partes. Música y canciones de nuestra tierra, olor y sabor de los campos en que el álamo, el sauce y las parras son los amigos eternos no solo del paisaje, sino del alma de los que nacen aquí. La multitud quedó en suspenso como si el ritmo garboso estuviera lleno de magia. Y no hay duda que lo está.

Después que terminó aquel recordado festival de huasos, guitarras y canciones, preguntamos a una anciana pobre que estaba allí con su hija de pocos años;

                - ¿Le gustó?

                -Mucho, muchísimo…

                - ¿Por qué?

                -Porque se olvidan las personas, pus caballero. La alegría vuelve con estas cuecas y tonadas. Cuando uno oye sonsonetes de otra parte, no se siente tan contenta.

En esta declaración sincera está el amor a nuestra música popular que muchos, hoy como ayer, desprecian sin haber sentido la emoción noble y buena de la anciana. Pero ¿es acaso música para viejos? No, También vimos la cara iluminada de un hombre del pueblo, joven, fornido bonachón. Ese hombre aplaudió con entusiasmo cada nota, cada canto que salió a volar entre el follaje del Parque.

El poeta Domingo Silva dijo que como la cueca había nacido plebeya todavía no la aceptan de lleno en los hogares. Pablo Garrido, en su “Biografía de la Cueca”, al margen de lo dicho por el poeta, anota que, de haber nacido aristócrata, largo tiempo nuestro baile nacional hubiera ya desaparecido, recalcando que “en su pecado está, justamente su salvación”.

Esta es la razón poderosa por que el pueblo queda extasiado ante el ritmo del baile que nos ocupa. Es la razón por que la cara de la multitud parece recibir un haz de luz con los primeros rasgueos de la guitarra. En verdad, la cueca bien tocada y bien bailada, sin adornos foráneos, es bella, incomparable.

Los compositores parece que tienen a menos escribir cuecas y tonadas y se dedican a los ritmos extranjeros. Y algunos cuando vuelven los ojos a la tierra que es nuestra, escriben bajo influencias extrañas dando por resultado una música híbrida que sirve solo para desorientar. Ganivet era partidario de que el pueblo debe el arte cuando lo crea; no sabe expresar sus pensamientos, pero sabe amoldarse a todo lo que es grande y bello, y no desentona jamás. Cuando desentona la culpa no es suya: es de los que les someten a pruebas absurdas.

La música popular chilena, la legítima de nuestra tierra, posee una gracia inconfundible, gracia que no podemos desvirtuar con la introducción de modalidades que son propias de otros países. Si continuamos por el mal camino musical, llegaremos a tener cualquier cosa en vez de nuestras cuecas y tonadas.

 

Recopilación de: Alejandro Glade R. / Escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.

 

 

 

 

 

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