miércoles, 25 de octubre de 2023

Las joyas de Goethe

 Por: Victoriano Reyes Covarrubias.

Victoriano Reyes C.

Las joyas que regaló Goethe no fueron sólo como el anillo de Carlota Buff, la heroína de “Werther”. También regaló otras a las amigas que llenaron su vida desde los catorce años hasta su muerte. Están en prosa y verso las amatistas engastadas, los topacios y los crisoberilos que a través del tiempo no han perdido nada de su primor.

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Como se adornaron con estas joyas Carlota, Catalina y Margarita de Fráncfort, así como Lilli y la señora Von Stein. Son piedras preciosas de la literatura forjadas por el gran amador que osciló constantemente entre los polos Alegría y Tristeza.

El anillo de Carlota, aunque varios años han pasado (180) desde aquel día en que fue regalado, sin duda no ha perdido su belleza. Al igual que las joyas literarias de Goethe, ojalá tenga más fuerza con cada día que transcurre.

Las alhajas salidas de la pluma del genio alemán fueron regaladas no sólo a las féminas que figuraron en su emoción,  sino a todas las mujeres del mundo. Difícilmente podrán ser perdidas por sus dueñas, pues no correrán la amarga aventura del anillo de Carlota que ahora ha sido robado en Copenhague a la señora Alma Andersen, quien lo guardaba como un legado de familia.

Goethe, filósofo y hombre de ciencia, como poeta amado y  amador, tuvo la palabra tierna hasta el último segundo de su vida. Forjó con su ademán final y el ocaso de su voz, la brillante joya hecha de palabras…

Esto nos hace recordar aquel pastor que enterró palabras en el suelo y en ese mismo sitio surgieron cañas que tuvieron más tarde una rara sonoridad al hacer flautas sencillas… ¿Acaso las palabras de Goethe no fueron enterradas profundamente en el corazón de las gentes?

“Werther” ha obrado el milagro a través de generaciones como las cañas. Si en sus páginas hay un dolor profundo, también existe en ellas la emoción suave y transcendente de algo superior al concepto burdo de que el corazón es una simple bomba aspirante e impelente. Este libro cada vez que se pierde, siempre aparece en los escaparates de las librerías. O se guarda escondido en la biblioteca sencilla, en un rincón querido de la casa.

El anillo regalado a Carlota, que en si contiene una carga emocional, tiene que aparecer. El ladrón vulgar o de alta escuela, no debe destruir o negociar lo que Carlota amó y lo que Goethe regaló en un momento único de su vida, por más que los biógrafos digan que fue un hombre que variaba con frecuencia… El anillo tiene un valor intrínseco indiscutible. No vaya a ocurrir que llegue a las manos de un joyero y lo transforme en una de esas modernas y casquivanas alhajas, perdiendo así su primera y delicada intención…

 

Escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias / recopilación de: Alejandro Glade Reyes.

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