lunes, 28 de febrero de 2022

Doble abnegación.

 



Cuando se muere como bombero la abnegación llega a su cumbre. Y si el destino añade la calidad de padre, entonces la sublimación emociona hasta el punto de quitar el aliento.

Este es el caso del mártir Juan E. Robert Robert, de la primera Compañía de Quinta Normal. Su nombre quedará estampado en el carro bomba que se bautizará el domingo próximo. En medio del rojo fuego característico de la carrocería se podrá leer la historia breve, pero profunda de un voluntario joven que el año pasado rindió su vida en circunstancia singular. El mismo dio la alarma. Se incendiaba su propia casa, en la que estaban su esposa y sus hijos. Cuatro años de bombero ya le habían familiarizado con las llamas, pero ahora se trataba de otra familiaridad… el hogar formado a golpes de sacrificio, de trabajo y amor, e en el que había cinco vástagos, que miraban extasiados al ver a su padre en la apuesta tenida de bombero. O lo observaban mudos cuando llegaba en las horas oscuras con la ropa mojada, después de haber servido en la defensa de la ajena propiedad.

Luchó a la par que todos sus compañeros. Salvó a dos de sus niños. Regresó a la hoguera, pero allí sucumbió entre las llamas con otros tres de sus hijos. El voluntario de fila había cumplido con su deber. El padre, también.

Al honrar su memoria, el Cuerpo sabe muy bien la grandeza de este acto de Juan E. Robert Robert. Bombero y padre, como quien dice abnegación doble, elevada al infinito.

Los versos de Pedro Prado que elogian al bombero se nos vienen a la mente, pues la voluntad de servir colinda con la sensibilidad emocional. Y otros poetas y escritores, periodistas y glosadores, reconocen que entre las llamas hay algo mas que un fenómeno de ignición para el bombero. La vocación indiscutible, los arrastra.

Este voluntario que nos ocupa amaba su placa de bombero. La lucía con orgullo. Para él era un emblema constante, un guía que lo conducía por el sendero del servicio. No se separaba de ella en ningún momento y estaba lista para cualquier alarma.

Después que las llamas hicieron su estrago, se buscó a Robert Robert entre las cenizas. Allí estaba desecho, pero paradojalmente había marchado con su placa… ¡La quería tanto! No pudo ser encontrada en ninguna parte. Tenía que ser así, porque un voluntario de verdad jamás la abandona.

                                                                                                     

Recopilación de: Alejandro Glade Reyes / escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.





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