Cuando se muere como bombero la abnegación llega a su cumbre. Y si el destino añade la calidad de padre, entonces la sublimación emociona hasta el punto de quitar el aliento.
Este es el caso del mártir Juan
E. Robert Robert, de la primera Compañía de Quinta Normal. Su nombre quedará
estampado en el carro bomba que se bautizará el domingo próximo. En medio del
rojo fuego característico de la carrocería se podrá leer la historia breve,
pero profunda de un voluntario joven que el año pasado rindió su vida en
circunstancia singular. El mismo dio la alarma. Se incendiaba su propia casa,
en la que estaban su esposa y sus hijos. Cuatro años de bombero ya le habían familiarizado
con las llamas, pero ahora se trataba de otra familiaridad… el hogar formado a
golpes de sacrificio, de trabajo y amor, e en el que había cinco vástagos, que
miraban extasiados al ver a su padre en la apuesta tenida de bombero. O lo
observaban mudos cuando llegaba en las horas oscuras con la ropa mojada, después
de haber servido en la defensa de la ajena propiedad.
Luchó a la par que todos sus
compañeros. Salvó a dos de sus niños. Regresó a la hoguera, pero allí sucumbió
entre las llamas con otros tres de sus hijos. El voluntario de fila había
cumplido con su deber. El padre, también.
Al honrar su memoria, el Cuerpo
sabe muy bien la grandeza de este acto de Juan E. Robert Robert. Bombero y
padre, como quien dice abnegación doble, elevada al infinito.
Los versos de Pedro Prado que
elogian al bombero se nos vienen a la mente, pues la voluntad de servir colinda
con la sensibilidad emocional. Y otros poetas y escritores, periodistas y
glosadores, reconocen que entre las llamas hay algo mas que un fenómeno de
ignición para el bombero. La vocación indiscutible, los arrastra.
Este voluntario que nos ocupa
amaba su placa de bombero. La lucía con orgullo. Para él era un emblema
constante, un guía que lo conducía por el sendero del servicio. No se separaba
de ella en ningún momento y estaba lista para cualquier alarma.
Después que las llamas hicieron
su estrago, se buscó a Robert Robert entre las cenizas. Allí estaba desecho,
pero paradojalmente había marchado con su placa… ¡La quería tanto! No pudo ser
encontrada en ninguna parte. Tenía que ser así, porque un voluntario de verdad
jamás la abandona.
Recopilación de: Alejandro Glade Reyes / escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.
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