martes, 28 de diciembre de 2021

Quijotadas.

 

               


Juan Montalvo viajó hace poco en avión a Montevideo para pagar la visita permanente de Rodó a Quito.

Este intercambio de bustos se ha hecho en nombre de la cultura americana. Y la ocasión nos trae a primer plano las obras del recordado pensador ecuatoriano y maestro de las letras castellanas.

Hoy las quijotadas mueven a risa, porque las gentes se han tornado prácticas… Y lo que Montalvo dijera de Don Quijote adquiere un relieve especial. En su “Buscapié”, prólogo de un libro inédito titulado “Ensayo de imitación de un libro inimitable o capítulos que se le olvidaron a Cervantes”, aparecen algunas observaciones que valen la pena recordar ante la prédica en pro de lo practico que se hace en todas partes. Reconoce Montalvo que Don Quijote, miserable representación de la impotencia, infatuado, ridículo y desvanecido, no es necesario hoy para nada. No obstante, afirma que el Quijote simbólico, encarnación de la verdad y la virtud en forma de caricatura, es inmortal. Su persona moral pertenece a todos los tiempos y todos los pueblos.

Que reconfortante es leer estas páginas de Montalvo. En la actualidad el que se comporta como un Quijote gana el título de tonto y es palmoteado en la espalda, con sorna, por los doctores del “tiempo es oro” y de la ganancia monetaria y espiritual… ¿Acaso siempre debe hacerse una cosa por el beneficio personal que engendra? ¿No puede darse un paso en el infinito, mirando las estrellas?

Hay hombres que siguen la norma del Quijote, desprovistos de su armadura de cartón. Viven en medio de grandes desilusiones que los semejantes regalan a cada paso, y prosiguen su senda de “locura”, sin reparar en la crítica de material plástico…Es verdad que se quedan atrás, no por cansancio, sino porque el mundo práctico posee más “drive”, ese impulso que, a menudo, hace madurar a la fuerza y a tropezones la felicidad.

Resulta extravagante, en cierto modo, pensar así en una época de velocidades y de electrónica prodigiosa. Pero si fijamos nuestra atención en los contrasentidos modernos, descubriremos fácilmente que hasta el más rápido de los viajeros lleva un amuleto para que le vaya bien. ¿Qué de extraño tiene entonces la inclinación de venerar al simbólico Quijote en medio del rechinar de ruedas de la vida diaria y el gesto utilitario de la mente?

Ese viaje del busto de Montalvo nos aviva el recuerdo del “Buscapié”, en cuyas páginas generaciones beberán el agua clara de la sensibilidad para seguir adelante con la despreciada, pero incomparable “locura”.



Recopilación de: Alejandro Glade Reyes / escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.


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