V.R.C. |
El ataque que se realiza en contra del cigarrillo, por los
males que causa, está contrapesado por los elogios que surgen de parte de los
fumadores. Empero, en los últimos meses ha arreciado la tormenta, reforzada por
los informes médicos. Entretanto, se sigue fumando en la vida real y en los
libros, pues no hay novela policial en que no aparezca la pipa, el habano o el
cigarrillo. Quienes defienden la “flauta fumatérica” para tocar las azuladas
melodías del humo, se aferran a razones filosóficas y sentimentales para
oponerse a las científicas que hablan de cáncer pulmonar.
En coplas y cantares
se encuentra la confianza:
Como veneno el tabaco
es
de muy lentos efectos,
pues
fumando desde niño
cien
años vivió mi abuelo.
Los fumadores empecinados, los que no olvidan la lealtad,
aunque se encuentren moribundos, murmuran:
A
morir nunca dispuesto
tal
vez lo haga resignado
si
una mano me aprisionas
y
en la otra tengo un cigarro.
Mark Twain, gran fumador, en su “Ensayo sobre el Tabaco”,
dice que niños de veinticinco años, que poseían experiencia de siete, trataron
de hacerle ver la diferencia entre un cigarro bueno y otro malo. El escritor se
reía al decir que nunca aprendió a fumar, pero siempre fumaba. Y eso que vino
al mundo pidiendo un fosforito… Agregaba que era tan fácil dejar el cigarrillo
que él lo dejaba… cada quince minutos…
Los que están ya en la brecha humosa no desertarán, y si
alguno de ellos deja el vicio, lo hará con la esperanza de volver algún día a
fumar aunque sea cigarrillos de quáker seco. El mismo Twain, estando muy
enfermo, encontraba alivio solamente en la lectura y en el fumar. Fumaba
excelentes habanos, pero no quáker…
El libro “El Tabaco en Poesía”, editado en la Habana, en
1946, es una antología que alivia el horror del cáncer, porque en ella todo es
elogio para el fumar. No obstante, los últimos informes médicos salidos de
reuniones científicas de EE.UU. hacen apagar precipitadamente el cigarrillo con
todos sus ingredientes combustibles adicionales. En cada país ha prendido la
campaña, poniendo entre dos fuegos al fumador.
¿Podrá seguir Europa bendiciendo al Nuevo Mundo por la papa,
la quina y el tabaco? En tierras americanas se descubrieron estas dádivas. El
tabaco, que nos ocupa, permanecerá mucho tiempo como alimento espiritual y
sedante nervioso, aunque los médicos tengan razón en sus informes. Es que
cuesta dejar a un amigo fiel de tantos años que acompaña mudo y alienta sin
cesar. La compañía es cobrada a veces, al final, a un precio doloroso, pero en
otras ocasiones el desinterés del amigo es desconcertante. Y es nuestra
esperanza de no pagar la lealtad que nos ha brindado. Somos humanos.
Un cenicero lleno de colillas siempre fue una elocuente
biografía de un estado de alma. Hoy quiere ser, simplemente, un peligroso
diagnóstico orgánico.
Recopilación de: Alejandro Glade R.
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