Sábado 18 de Septiembre de 1954.
V.R.C. |
En estos días de septiembre no podemos descartar la alegría
que produce la música de las bandas militares. La razón elemental está en que
las bandas se asocian con las marchas que invitan aunque sea a marcar el paso.
Los brillantes instrumentos al sol; el compás de los músicos
que pasan, y el despertar colectivo, cercano o distante, que provocan las notas
marciales, constituyen un verdadero catalítico. Aunque seamos antimilitaristas
o reumáticos, esta música se septiembre nos aviva y precipita en un plano de
emoción inequívoca.
Nuestras bandas militares son buenas. Saben lo que tocan. Sus
componentes son estudiosos. Por las mañanas la vecindad de los cuarteles
escucha las frases musicales que se repiten tediosas en los ensayos. Algunos
músicos repasan en sus casas los pasajes más difíciles de un pentagrama
recomendado por el director de la banda. Y esta vida es, tal vez, un tanto
ignorada por la ciudadanía, la que sólo aprecia el resultado de los desvelos: el paso entusiasta y repleto de
notas de la banda, seguido el grupo de músicos por un enjambre de hombres,
mujeres y chiquillos que se esfuerzan en llevar el paso en la marcha
improvisada. Nunca falta el quiltro que se apega al carro marcial callejero.
Los platillos que relampaguean al sol al chocarlos en lo alto
con un ágil movimiento de muñecas; los clarinetes y oboes clásicos; los pífanos
y las cornetas de llaves; los bajos, las trompas y los helicones majestuosos, diluyen
las amargas experiencias de la vida cotidiana. Es común oír el grito de “Allá
viene la banda!” Y se apresura el paso para tomar colocación en el borde de la
calzada, para verla pasar. Los tambores al unísono anuncian su cercanía, luego
pasan atronadores y se alejan. Las miradas siempre reclaman la apostura del
tambor mayor.
Cuando la banda cesa de tocar y sigue la marcha muda, los que
miran o acompañan a los músicos parece que cayeran en el vacío. Pierden el ritmo
que los atenazaba y todo vuelve a ser como antes.
En realidad, una banda de músicos siempre esparce alegría. De
allí que hemos clamado para que no falten las plazas y paseos públicos, para
que llenen el ambiente abandonado de los barrios con sus melodías salidas de
los bronces, maderas y timbales que siempre gustan, aunque se utilice un viejo
pentagrama o la última composición de moda.
Papeles tricolores, naranjas encendidas, banderas y empanadas
forman con una banda, el cuadro palpitante de septiembre.
Recopilación de: Alejandro Glade R. / Escrito por: Victoriano Reyes C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario