V.R.C. |
La vida de las bailarinas y sus “partenaires”
masculinos transcurre entre los aplausos del público, la propaganda en los
carteles callejeros, los sobresaltos preestrenos, las apariciones en los
teatros, las jiras por las ciudades y el léxico usado en su profesión. El “entrechat”
y la “elevación” son cosas de todos los días.
Lincoln Kirstein escribió un “Alfabeto
del ballet” en el que están explicados todos los términos usados en la danza. En un
diccionario no sólo para los entusiastas del arte de la Taglioni, Pavlova, Nijinsk, Alejandra
Danilova o la reciente Moira Shearer. Puede servir admirablemente también para
los que no aprecian en todos los detalles los entretelones políticos en un
momento dado. El “Alfabeto del Ballet” se transforma así, con un poco de
imaginación, en un “Alfabeto Político”, en el que se conserva, si no todo el
movimiento del ballet, por lo menos su intención original.
En un examen comparativo vemos
que el “Grand Adagio” es la culminación, que podríamos llamar partidista, de la
danza política, en la que un candidato o precandidato (bailarina) secundado por
una especie de “cavalier” realiza combinaciones de pasos y posiciones que sería
incapaz de realizar solo. La función del “cavalier” es aquí la de desplegar al candidato
o precandidato, para la mayor ventaja de él, relegándose él absolutamente a
segundo término. Su papel es de un mero “posteur”. Empero, tiene una gran
responsabilidad teatral, pues se requiere mucha experiencia para sostener y
secundar al candidato o precandidato en sus evoluciones y saltos.
También se tiene el término “Ballet”,
serie de danzas mímicas acompañadas de música y accesorios escénicos, todas
ellas expresivas de alguna idea (política) o de alguna historia dramática
(episodio nacional o extranjero) compuesta de un autor o un coreógrafo.
La coreografía, el balletómano,
el cuerpo de baile y la “pirouette” son muy fáciles de asociar con el
diccionario del escenario político. La “pirouette”, que sugiere acrobacia, es
una vuelta completa del cuerpo del danzarín en un mismo sitio… Por supuesto que
es uno de los pasos más brillantes en el equipo técnico de un danzarín.
El “iluminateur”, en el ballet
político, sería la prensa, como dicen ciertos círculos, porque arroja luz
multicolor sobre el escenario y sigue con su foco los movimientos de las
primeras figuras y el cuerpo de baile. Pero, recordemos que el político también
tiene un gran papel que desempeñar al final de la función. Es el que aplaude o
silba, aunque de ello no se ocupa el “Alfabeto” de Kirstein.
Recopilación de: Alejandro Glade
R. / Crónica de Victoriano Reyes C.
Muy contingente.
ResponderEliminarSaludos