V. R. C. |
Esto es corriente los días
sábados y domingos. Fuera de las quintas de recreo, hay unos salones de baile
que ofrecen toda una variedad de peripecias monetarias y malabarismos serios.
Con la llegada del frío, los jóvenes bailarines tratan de buscar una expansión
bajo techo, para evitar la danza macabra de la bronconeumonía.
En el Valparaíso de otro tiempo,
de aquellos años en que se tocaba “Salomé” y “Dardanela” como una gran novedad,
existía un salón de baile que siempre funcionaba “bajo techo”, es decir tenía la pretensión de
ofrecer un techo a los bailarines en verano y en invierno, para que pudieran
dedicarse confortablemente al arte loco
de Terpsícore. El baile más loco de ese tiempo era el “shimmy”, un foxtrot con tiritones y con un
zangoloteo de los codos, que ahora nos parecería sumamente ridículo, sobre todo
en las mujeres. Y noche a noche sin esperar los sábados y domingos, la juventud
más granada, la más “decente”, acudía a ese salón de baile ubicado en el
Almendral, cerca de la Plaza O’Higgins. El amplio techo del caserón de dos
pisos, trataba de cobijar con sus calaminas desvencijadas a los polluelos que
llegaban en la noche. Y por esa función “maternal” y nocturna se dio al salón
el nombre de “La Gallina”.
Otra versión dice que el nombre le vino desde tiempo
inmemorial por las trifulcas que se organizaban allí y que ponían “carne de gallina” en los asistentes que si
bien eran “decentes”, había entre ellos hombres y mujeres de “dudosa
ortografía”. El aire de gresca de música y bullicio, era un contraste con el
nombre de “La Gallina”, sinónimo de mansedumbre.
“La Gallina” era de dos pisos. El
salón de baile enorme estaba en el segundo. No era más que un barracón, al que se llegaba por
una estrecha escalera de madera. Allí se juntaban los amigos y enemigos,
después de comida, muy a disgusto de las “pololas” que sabían que después de
despedirse del paseo en la Plaza de la Victoria, los príncipes azules se iban a
estirar las piernas a “La Gallina”. En tiempo la barriada en que estaba el
salón de baile más famoso del puerto era de gran renombre en la vida nocturna.
Ahora, no hay nada de eso. Nuevas inquietudes han reemplazado el bullicio. Y
las “pololas” de antaño recuerdan como regañaban a sus príncipes.
-No me mientas, tu estuviste en
“La Gallina”, anoche.
-No, amiga del alma. Me acosté
temprano.
Los tiempos aquellos se fueron,
pero han quedado los recuerdos como aleteos. Hoy” Las Gallinas” que hay en
Santiago semejan pollos raquíticos al compararse con la que había en el
Almendral, en los tiempos de “Salomé” y de “Hindustán”.
Recopilación por: Alejandro Glade Reyes. / Crónica de Victoriano Reyes Covarrubias.
Recopilación por: Alejandro Glade Reyes. / Crónica de Victoriano Reyes Covarrubias.