jueves, 21 de abril de 2022

Ruggeri, el Eterno Joven.

 



El teatro italiano ha perdido a uno de sus más valiosos hombres. Fue Ruggero Ruggeri el mas grande actor itálico de nuestros días. No murió como Moliere en el escenario. El constante deseo que lo inflamó lo hizo ser joven, pero una flebitis hizo caer el telón del doloroso “finis”.

Ruggeri quería morir como un sacerdote, como un luchador; sin embargo, entregó la vida en el regazo de su esposa. Al iniciar su carrera teatral a los 17 años en 1891, se hizo el firme propósito de conservarse eternamente joven. Sus méritos fueron reconocidos en forma universal junto a Emma Gramática, Talli, Linda Borelli y otras destacadas figuras del teatro. La renovación que introdujo Ruggeri fue notoria en los escenarios que vibraron con su palabra maravillosa, como la que puso desde el crucifijo en la película italiana “El Pequeño Mundo de don Camilo”.

Hubo un tiempo en que el eterno joven pareció alejarse de las bambalinas, con lo que el mundo se sintió apenado, dolorido. Ya no se iba a tener la actuación fina, humana y memorable de Ruggeri, el actor que puso su calidad de hombre y artista, ante todo. Y en ciertos aspectos era terrible: no aceptaba sugestiones ni imposiciones de nadie. Y así pasó largo tiempo visitando el Café de la Paix, en Paris, para leer sentado en los asientos de terciopelo rojo los diarios y cartas, Ruggeri parecía ya en el archivo de la vida; sin embargo, lo único que hacía era una consolidación de sus inquietudes artísticas y surgió de nuevo brillante, con su fama estelar, y los muros de las ciudades europeas se vieron otra vez con el retrato de Ruggeri y su reaparición en el escenario. Y fue con más fuerza que nunca. Su juventud a pesar de los años, le hacia ser el luchador de sus deseos, el sacerdote de su religión artística.

Ruggeri, como el gran trágico Ermette Zacconi, fue genial intérprete hasta sus avanzados años. En ellos estaba grabado en lo más profundo de su corazón el decir “rinovarsi o morire”. El actor italiano recién muerto electrizó de emoción a las multitudes de todos los pueblos. Un ejemplo para muchos. Y más aún, para los hombres que no son actores de teatro, sino de sus propias existencias en el escenario reducido de las cuatro paredes de su casa o la calle del mundo anónimo. Hay hombres que a los cincuenta años ya cierran, saturados de hastío y colmados de desesperanzas, el libro de sus vidas. Ruggero Ruggeri, como actor y como hombre alejado de la ficción, muere desesperado por no haber seguido en su eterno deseo de juventud, renovándose con cada actuación ante los ojos absortos de los públicos, sin esperar aplausos, sino con la única esperanza de poder redimir la ciega violencia con los dictados de la sutil emoción.

Zacconi decía poco antes de su muerte que no había grandes artistas en el teatro. Sin embargo, Ruggero Ruggeri estaba aún actuando y lograba los aplausos más calurosos. Ruggeri no aceptaba sugestiones ni imposiciones, aunque tuvo que aceptar ahora la imposición más dolorosa: entregar a la tierra su cuerpo de 82 años y llevarse su eterna juventud.


Recopilación de: Alejandro Glade R. / escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.

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