Por: Victoriano Reyes Covarrubias.
V:R.C. |
El anverso de la medalla trágica de la delincuencia es la fase represiva. El reverso es la educación de la juventud para separarla del camino peligroso. Los delincuentes ya maduros constituyen otro problema.
El mundo del crimen y de los criminales es sórdido y tortuoso. Se necesita
un profundo conocimiento de la naturaleza del ser humano para orientar
debidamente a los jóvenes, en determinadas circunstancias. Es preciso, por
ende, intensificar el empleo de los médicos y los psicólogos, estudiar la vida
del hogar y el comportamiento escolar del niño, para formarse l cuadro junto a
los conceptos sustentados por los padres y profesores. En realidad, se trata de
una verdadera batería de “tests”. Con esto, es evidente, no se cura el mal,
pero si se obtiene un plano estadístico que sirve para localizar la señal de
peligro.
Los delincuentes poseen muchas desventajas al comenzar su vida. Por
ejemplo, la ilegitimidad que abunda; padres retardados o alcohólicos o
simplemente descuidados con sus hijos. Además, el hecho de que l niño abandone su
hogar es un síntoma que no puede quedar ignorado. Los expertos dicen que el
muchacho delincuente a medida que suma años se pone mas desafiante, sospechoso,
mas independiente, inquieto, vivaz y extrovertido. Gusta de las “juntas
callejeras”, visita a menudo los billares y salones de baile. La mayoría de los
niños no delincuentes aceptan sin chistar ir a la escuela, mientras los que
poseen la “pepa” del delito van rezongando y desean salir de las aulas lo más
pronto posible. Tal vez esto sea un poco categórico, pero puede haber excepciones.
En el sentido físico, el muchacho delincuente es más solido y muscular.
Bebe, fuma y rompe cosas. Son más seguros de sí mismos. Prefieren las
aventuras, pero resultan unos fracasos tremendos.
Con este cuadro bien estudiado, los médicos y psicólogos pueden predecir la
delincuencia en un joven antes que cometa el delito. Por supuesto que, una vez
cometida la falta, el castigo no es suficiente porque se sigue reincidiendo. Lo
que se necesita, en realidad, y esto lo hablan los criminólogos, jueces,
médicos y público en general, es una profilaxis del carácter, es decir, una
serie de arreglos mentales y emocionales, del mismo modo como se arregla o
reajusta físicamente el cuerpo humano.
Como están las cosas, las medidas para combatir la delincuencia se hacen
urgentemente necesarias. La medicina preventiva del carácter y la personalidad
es algo que debe tenerse presente en todo plan destinado a reducir el número de
delitos en la gran ciudad y en el país.
Recopilación de: Alejandro Glade R. / escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.
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