Baño y Canto.
El pobre hombre llegó a dar explicaciones hasta la puerta de
sus vecinos.
Victoriano Reyes C. |
Jamás se había sentido más humillado, pero prefirió hacerlo
antes que afrontar una demanda judicial… Y calló. Si, calló en el cuarto de
baño, en donde todas las mañanas cantaba a pulmón lleno, asesinando a Verdi, a
Puccini, a Wagner y muchos otros. Sentía una vida interior exuberante cuando le
caía el agua fría en la espalda. Pero los vecinos se tapaban los oídos y en su
desesperación, ante estos conciertos matutinos, recurrieron a la policía para
que lo amonestaran por perturbar la tranquilidad del vecindario en horas tan
tempranas. De nada le valieron sus argumentos, pues se vio vencido y tuvo que
dar explicaciones en tres o cuatro puertas del edificio en que todos vivían
amontonados.
Ahora el cantante matutino está pensativo. Por las mañanas se
afeita mal, le tirita el pulso y no se baña tan a menudo. Le falta el canto el
combustible para poner en marcha el motor de su entusiasmo. ¿Por qué no lo
dejan cantar, aunque sea desafinado? Hay que defender a los cantantes del
cuarto de baño. Es una manera que tienen ciertas personas para zafarse de las
tribulaciones. La música es una evasión emocional. Cuando se está enamorado,
rabioso, cansado o triste hay que expresar los sentimientos de una canción,
aunque sea con los labios juntos como los ucranianos. El asunto de la afinación
no importa, porque lo vital es cantar, porque así se olvidan muchas cosas,
siempre que no sea la melodía de “Domingo Sombrío”, que causó una ola de
suicidios en la Europa central y otras partes.
Los cantantes del cuarto de baño deben ser disculpados, en
parte, por sus arias. Las personas que amanecen tristes están enfermas y cada
día minan nuevas galerías que conducen al derrumbe. Humillar a un cantante
desafinado es una crueldad sin nombre, sobre todo, si canta en el baño.
Recopilación de: Alejandro
Glade Reyes / Escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.
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