V.R.C. |
El desamparo en que viven algunos
niños nos mueve a escribir estas líneas. Existe en el problema de la vagancia infantil
una buena intención, pero lamentablemente la concentración de esfuerzos no
llega a producir frutos deseados. Hay algo esporádico en la acción.
Otra vez se tiene el doloroso
espectáculo de los niños que vagan. Se dirá con énfasis que hay instituciones
especiales para ellos o que muchos de los asilados se fugan para seguir sus
andanzas. Sin embargo, existen casos en que la argumentación sobre el estado de
ellos no es tan fácil.
Hemos conversado tranquilamente
con uno de estos niños que andan por las calles a merced de la suerte. Su
pobreza no la tomamos como credencial, sino como una desgracia. Nos detuvimos a
observar la viveza de sus ojos y a escuchar sus palabras que tuvieron por
instantes un efecto aplanador sobre su mirada. ¿Sentía alguna pena grande?
El niño no tendría más de trece
años, edad peligrosa y fatal para muchos si no se les cuida física y
moralmente.
-¿Por qué vagas? – le preguntamos.
-¡Vaya, qué pregunta! – Contestó al
momento con cierta sorna-. Sencillamente porque no tengo recomendación. Me
presenté a una de esas instituciones para niños y me salieron con que necesitaba
un papel de alguien que me conociera. Hasta conseguí que me llevaran gratis a
Valparaíso para ver si podían admitirme en un hogar de allá que me dijeron que
era muy bueno. Tampoco logré nada, porque no me conocían y no tenía
recomendación. Mis padres me habrían dado al momento una, pero murieron hace
tiempo. Y aquí me tienen por las calles mendigando. ¿Quién se atreve a darme
una recomendación para entrar a una de esas instituciones para ser un hombre
útil y verdadero?
El modo de presentar su caso nos
llamó profundamente la atención. La mente despierta del niño no se opacó ante
las preguntas. Por el contrario, pareció desahogarse. Uno de los presentes se
interesó en este exponente de la vagancia santiaguina para matricularlo en una
institución conveniente, ya que el pequeño, por voluntad, deseaba mejorar su
condición. Le dio la recomendación requerida.
Todo parece bien, pero lo malo
salta a la vista. ¿Es manera de ayudar al niño desamparado o combatir la
vagancia infantil ésta de las recomendaciones? Si se cree a un niño de malas inclinaciones, al
igual que una fruta podrida que va a corromper a los demás. ¿no hay psiquiatras
para apartarlos o guiarlos? La recomendación en este caso es una maldición a
horcajadas sobre la pobreza.
Recopilación de: Alejandro Glade
R.
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