domingo, 3 de enero de 2016

Mal gusto

V.R.C.
En días pasados acompañé a un amigo al estudio de un dentista, para que le hiciera una pequeña intervención. Por supuesto que el amigo andaba todo adolorido, de mal humor, y más que nada con poca paciencia disponible. Bueno no es preciso tener dolor de muelas en este tiempo, para andar con el ánimo hecho pedazos.

Y de esa visita saqué en limpio que algunos profesionales, dentistas, médicos, abogados y otros tienen un pésimo mal gusto para arreglar las salas de espera. Mi pobre amigo, que sufría enormemente con su muela, quedó horrorizado en la sala de espera al ver una estampa de unos caballos puesta en un marco en la pared. En realidad la estampa era antipática como los muebles, la mesita, las revistas, el escupitín y las flores. El florero no tenía nada de artístico ni por dentro ni por fuera.

Las flores estaban marchitas y colocadas “al lote”. Una rápida mirada a las paredes de esa sala de espera, era para gritar, no por el dolor de muelas, sino por el mal gusto artístico.

Esto también ocurre en los estudios de algunos médicos y abogados. Creen que la persona que está en la sala de espera puede prepararse mentalmente con todo ese mal gusto, para luego entrar plácidamente a la clínica o a la sala-escritorio. ¿Qué no recordamos la parafernalia que utilizaban antes los proto-médicos, los sangradores y los saca-muelas? ¿Los abogados no trataban de impresionar con miles de libros que no habían ni ojeado? Hay algo en todo eso, aunque se tiene por cosa superficial, que puede utilizarse en las salas de espera. Prácticamente, muy poca gente va a las exposiciones de arte, pero todo el mundo va a los estudios de los abogados, dentistas y médicos. En la espera, el cliente necesita todo el solaz y estímulo que puede dar el arte bueno, pero ocurre que el arte que se encuentra en la mayoría de las salas de espera hace sentirse al cliente peor que cuando entró.

Un cuadro de yeso en relieve, con colores chillones; un marco verdoso que encierra una tela en que prima un azul marino, con blancas nubes de albayalde: una estampa de calendario antiguo, con otro marco color caoba un tanto deteriorado; los caballos que hicieron gritar a mi amigo; una mona de yeso y otra de marmolina, en una mesita, y unas revistas del tiempo del agua de Kananga… ¡Y pensar que los profesionales no son arqueológicos!¿Por qué descuidan tanto este factor? ¿Acaso no han pensado en la química mental del cliente, que pasea una y otra vez sus ojos sobre los objetos y los va asociando con el profesional que desea ver o consultar?

Sería preferible una sala de espera pelada, sin ningún adorno, antes que todos esos mamarrachos que ponen en trance a los clientes antes de llegar a la mesa de consulta o intervención. Yo creo que flores frescas todos los días en bellos floreros, compondrían mucho la cosa, aunque quedaran esos atroces cuadros colgados en las paredes. También es cierto que es más fácil alcanzar una estrella con la mano que encontrar flores bonitas y baratas. Pero, que se haga un sacrificio en bien de los que esperan.



Recopilación de: Alejandro Glade R.



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