El traje de alquiler se ha hecho muy común entre nosotros. En cada fiesta pública o privada, estos trajes salen de los escaparates para sacar de apuros. Sin embargo, se les critica, se les mira con un aire de desprecio, a pesar de que parece que elevan en la escala social. No hablamos solamente del chaqué, frac o smoking, sino también del corriente traje de calle de color negro.
Hemos interrogado a uno de estos de alquiler utilizado hace pocos días. Doblado sobre el respaldo de una silla, habló con voz cansada, casi apolillada.
Dijo:
-Jamás ha habido misión más
triste que la mía. Llegan a mi con un afán loco y desbordante y luego me dejan
abandonado. El que me lleva cree que me da vida, no obstante, soy yo el que
hago ver el mundo de otra manera… La pena está en que sufro mutilaciones y
alforzas. Y con todo esto me pongo viejo. Yo era negro y ahora estoy color
ratón, casi verdoso. Eso no sería nada. Lo desesperante es que no le quedo bien
a nadie debido al exceso de arreglos. Pero tengo algunas satisfacciones como la
de ver nuevamente en una fiesta a un antiguo amigo que he servido y que me
reconoce… me doy cuenta de su reconocimiento en sus reiteradas miradas hacia mí.
Y prosigue, en su confesión, como
si se escobillara:
-A muchas personas les doy un orgullo
falso. Esto me fastidia. Reconozco que los trajes tienen más efecto sobre los
seres humanos que lo que corrientemente se imagina. Ahí está Jerome con sus
afirmaciones. Se altera la naturaleza del individuo. Pero el alquiler aplasta
un poco. Contribuyo modestamente a la gran comedia de la vida en ocasiones,
como si yo fuera un disfraz… La percha a veces no me acompaña y ¡cómo me duele
la aguja con cada alforza! Ahora entraré tierra sobre mis solapas y cuello como
si fuera un cadáver. Cuando me…
Y lo dejaron con la frase trunca,
porque unas manos rápidas lo tomaron y se lo llevaron para hacerle nuevas
alforzas…
V.R.C.
Excelente flaquito !! Don Victoriano escribía muy bien !!
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