jueves, 23 de diciembre de 2021

Cosas de Nuestra Aldea.

 


La buena mujer jamás había tenido un mal pensamiento para su vecina, pero las circunstancias la obligaban ahora a golpear en la puerta de la Alcaldía para presentar su reclamación. A duras penas se había se había resuelto a la queja formal, pero sin que lo supiera la vecina, que era su comadre. El parentesco era una valla…

Cada vez que recuerdo el incidente ­-cuyo relato se debe a un informe confidencial reciente- veo que l película de la vida repite los mismos cuadros, pero en diferentes situaciones y con otros personajes. En buenas cuentas, las actitudes humanas se repiten aunque parezcan diferentes a primera vista. El caso es de nuestra capital, que aun tiene acequias en ciertos barrios, lo que le da sabor a aldea.

La mujer de la reclamación llegó ante el funcionario y le dijo: -No me atrevo a reclamarle personalmente a mi comadre, por eso vengo aquí. Mi comadre, que es mi vecina, echa desperdicios putrefactos en la acequia que pasa por el de los sitios. Tengo una parrita bajo el cual “sombreo” en las tardes de calor, pero ya no puedo estar allí por las miasmas que despide la acequia. Mi comadre tiene la culpa, pero no quiero disgustarme con ella, por eso le ruego intervenga en mi favor.

-Muy bien, señora, veremos el asunto y aplicaremos la reglamentación.

En realidad, el asunto se vio tres días después y la comadre fue citada a la oficina de inspección. El funcionario explicó el caso y la comadre respondió:

-No hay tales desperdicios ni miasmas para la vecindad… Yo puedo traer una testigo de que la acequia la mantengo limpia, muy limpia.

-Bien traiga la testigo.

Y la testigo no fue otra que la misma vecina que había formulado la reclamación, El funcionario, sorprendido ante esta coincidencia, reprimiendo una carcajada, preguntó muy serio:

-¿Puede atestiguar usted que la acequia de la casa de la señora (su comadre) está limpia y no perjudica a la vecindad?

´Mi comadre, señor, es muy limpia -respondió al momento la testigo-. La acequia no deja nada que desear. La han calumniado… Sí, han calumniado a mi comadrita.

El funcionario sonrió y comprendió la situación de las comadres, una que formuló a hurtadillas la reclamación, y la otra, sin quien la había formulado, que recurría a la propia reclamante para que la salvara.

La reclamante no se atrevió a sostener su queja frente a su vecina y comadre, y así fue como el funcionario comunal se sonrió y les dijo como despedida:

-Si tienen un cañoncito traten de arreglar la acequia… En cuanto a la parra… ¿Vaya! Quedan despachadas…

Y las dos comadres salieron de la Alcaldía muy contentas y conversando de lo simpático que era el funcionario y de lo mala y calumniadora que era la gente…



Recopilación de: Alejandro Glade R. / escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.





 

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