El choque fue tan recio que el cargamento de vino quedó hecho añicos en el pavimento. El líquido rubí corrió libre por la cuneta hasta la garganta enrejada de la esquina para desaparecer irremediablemente.
El drama vinícola sembró la pena
entre muchos transeúntes.
- ¡Qué lástima que el vino se
pierda así! - exclamaban.
Pero otros, antialcohólicos, sin
duda, sonreían satisfechos ante el traspié espectacular dado por Baco.
La moderación es la norma clásica
en el consumo del vino. Más allá está el vicio, el grosero camino de la
idiotez. Esto es lo que surge al momento cuando se ve un incidente callejero de
vino corriente… y también, por asociación, algo más.
El ministro de Economía. Erhard,
de la Alemania occidental, nos decía en su reciente visita que el rubro de
vinos en su país en importante, como que Bonn, la capital federal, fue elegida
como tal por estar enclavada en el centro de una zona de viñedos. Pero allí se
bebe bueno y no en exceso. Y es curioso cómo las bebidas en Alemania han tenido
influencia en los gobiernos. A la Alemania de Guillermo II le fue mal con el
aguardiente prusiano. A la de Hitler le fue peor con la cerveza de Munich. Pero
es de esperar que a la Alemania de Adenauer y Erhard le vaya bien con el vino…
Aquí en Chile nos ha ido bien con
el vino en cuanto a entradas aduaneras y hay hasta un dólar vinero, pero nos
falta mucha disciplina en el beber. Son muy pocos los que quieren adherir de
corazón – más bien de hígado - a la legión de los antialcohólicos, pues se
defiende sin diferencia el consumo de la pitarrilla como el mas noble de los
mostos. El vino “siete tiritones” es el que más se consume, porque se ha perdido
el paladar… ¿No tendrá esto influencia en los destinos del país?
No sabemos si a los economistas
alemanes que piensan traer a Chile para que arreglen las finanzas se les
ocurrirá cambiar la capital a una zona de viñedos. Si tal cosa se hiciera, se
ganaría en la calidad de la bebida, porque evitaría la descomposición del
viaje, aunque dicen que los vinos viajados son mejores…No podemos negar que
aquí en Santiago los alquimistas abundan: transforman los mejores caldos en
pócimas mortales. Además, se ganaría mucho por aquello de que beber buen vino y
en dosis moderadas trae inteligencia, pues no hay filósofo alemán que no haya
elegido el vino de calidad, dejando sin mencionar la rubia cerveza muy a
disgusto del rey Gambrinus.
En una reciente exposición se
dijo a los cuatro vientos que la uva poseía el oro del sol, la riqueza no
igualada, y que por transformación en bebida roja o dorada engendraba viveza y
hacía correr las ideas. Eso sí que, con exceso, sin disciplina, las ideas se
van por el resumidero como el vino que se perdió en la calle…
Recopilación de: Alejandro Glade Reyes / Escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario