lunes, 6 de diciembre de 2021

Acomodadores.

 



        La sala de ese cinema se transformó en un infierno. Los diablos andaban sueltos y los enormes tenedores se hundían en las carnes de los espectadores. Además del calor producido por la escasa ventilación de la sala, los ánimos se caldearon con las discusiones, ¡Qué escándalo! ¿Y todo por una frase mal dicha por un acomodador!

      Estas escenas no pueden repetirse en una ciudad como Santiago, ni en ninguna otra que se tenga por educada. Tal vez el materialismo excesivo lleve a exageraciones del lenguaje y a bruscos tratamientos. El caballero y su dama llegaron a la sala antes de empezar el espectáculo y, como es costumbre, el caballero alargó la propina al acomodador. La propina que dio fue reducida, pues el acomodado no tenía dinero sencillo y no estaba dispuesto a dar un billete de cincuenta pesos. Al ver en sus manos dos escuálidas monedas de un peso, el acomodador “ofendido” dio las gracias de un modo muy especial, gritando el “Gracias, señor” y arrastrando la frase para hacerla más marcada y significativa. Al momento el caballero enrojeció de ira, porque bien sabía que esas gracias tan “sonoras y arrastradas” eran una denuncia ante todos los demás asistentes al teatro de que él no había dado propina o ésta no era suficiente para dejar contento al acomodador.

           El asunto no quedó así, porque, sobre la marcha, el acomodado incómodo se incorporó del asiento recién tocado por su pesada anatomía y tomó de un brazo al acomodador para llevarlo a la administración del teatro. Vino el forcejeo a la vista de todo el público y comenzó el espectáculo…Se obscureció la sala y la película apareció en el ecrán. El caballero iracundo soltó al acomodador, y se sentó murmurando reclamaciones junto a su dama. La música llenó la sala y las sombras comenzaron a moverse y a hablar…

         Terminó la función y todos los asistentes al teatro salieron como si nada hubiera ocurrido. Empero, esa escena producida por la frase sonora y arrastrada de las “Gracias” es la demostración más elocuente de la falta de un Código del Acomodador. Ya es legendario el trato que se recibe. No censuramos a todos los acomodadores, sino a aquellos que han rebajado su profesión al nivel del extorsionismo y la grosería. El Código del Acomodador debe salir a la luz publica lo más pronto posible. Se evitarían con él muchos bochornosos incidentes, los que generalmente se producen por pequeños detalles que la falta de disciplina se encarga de aumentar. Hoy es la propina exigua o la ausencia de ella, que produce la denuncia pública del sonoro “Gracias”. Mañana será el niño que llora y que por ello la madre tiene que soportar la brusca frase: “Sáquelo para afuera!”, o bien los Romeos y Julietas de la obscuridad que necesitan una reprimenda especial por sus actitudes descentradas pero que sirven de base para beneficios pecuniarios, pues algunos acomodadores acarrean, y por buenas propinas, a clientes anormales a butacas estratégicas. Queda, pues, en primer plano, la necesidad de un Código de Acomodador, pero quieran los dioses que éste Código no sufra las demoras perjudiciales de aquel otro que necesita de Tránsito.

 

Recopilación: Alejandro Glade Reyes. / Crónica de  Victoriano Reyes Covarrubias.

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