Estas escenas no pueden repetirse
en una ciudad como Santiago, ni en ninguna otra que se tenga por educada. Tal
vez el materialismo excesivo lleve a exageraciones del lenguaje y a bruscos
tratamientos. El caballero y su dama llegaron a la sala antes de empezar el
espectáculo y, como es costumbre, el caballero alargó la propina al acomodador.
La propina que dio fue reducida, pues el acomodado no tenía dinero sencillo y
no estaba dispuesto a dar un billete de cincuenta pesos. Al ver en sus manos
dos escuálidas monedas de un peso, el acomodador “ofendido” dio las gracias de
un modo muy especial, gritando el “Gracias, señor” y arrastrando la frase para
hacerla más marcada y significativa. Al momento el caballero enrojeció de ira,
porque bien sabía que esas gracias tan “sonoras y arrastradas” eran una
denuncia ante todos los demás asistentes al teatro de que él no había dado
propina o ésta no era suficiente para dejar contento al acomodador.
El asunto no quedó así, porque, sobre la marcha, el acomodado incómodo se incorporó del asiento recién tocado por su pesada anatomía y tomó de un brazo al acomodador para llevarlo a la administración del teatro. Vino el forcejeo a la vista de todo el público y comenzó el espectáculo…Se obscureció la sala y la película apareció en el ecrán. El caballero iracundo soltó al acomodador, y se sentó murmurando reclamaciones junto a su dama. La música llenó la sala y las sombras comenzaron a moverse y a hablar…
Terminó la función y todos los
asistentes al teatro salieron como si nada hubiera ocurrido. Empero, esa escena
producida por la frase sonora y arrastrada de las “Gracias” es la demostración
más elocuente de la falta de un Código del Acomodador. Ya es legendario el
trato que se recibe. No censuramos a todos los acomodadores, sino a aquellos
que han rebajado su profesión al nivel del extorsionismo y la grosería. El
Código del Acomodador debe salir a la luz publica lo más pronto posible. Se
evitarían con él muchos bochornosos incidentes, los que generalmente se
producen por pequeños detalles que la falta de disciplina se encarga de
aumentar. Hoy es la propina exigua o la ausencia de ella, que produce la
denuncia pública del sonoro “Gracias”. Mañana será el niño que llora y que por
ello la madre tiene que soportar la brusca frase: “Sáquelo para afuera!”, o
bien los Romeos y Julietas de la obscuridad que necesitan una reprimenda
especial por sus actitudes descentradas pero que sirven de base para beneficios
pecuniarios, pues algunos acomodadores acarrean, y por buenas propinas, a
clientes anormales a butacas estratégicas. Queda, pues, en primer plano, la
necesidad de un Código de Acomodador, pero quieran los dioses que éste Código
no sufra las demoras perjudiciales de aquel otro que necesita de Tránsito.
Recopilación: Alejandro Glade Reyes. / Crónica de Victoriano Reyes Covarrubias.
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