V.R.C. |
Hasta el cementerio de Oloron han
llegado hombres y mujeres que en su juventud soñaron en las páginas de Pierre
Loti. El viajero que naciera hace cien años continúa sus andanzas por lo
desconocido y, sin duda, su pluma romántica todavía se alza
combativa en contra del naturalismo, esa tendencia literaria que tuvo su marcha
resonante desde Restif hasta Flaubert.
Bellos sueños brindó Loti en los
libros que devoramos ansiosos cuando muchachos y que llevábamos al colegio
entre los cuadernos y los textos de estudio. Fueron los días en que todo nos
parecía suave y sentimental. Julián de Viaud fue nuestro amigo, el pariente
viajero que llegaba no con regalos materiales de tierras extrañas, sino con el
bagaje de poesía y de ensueño, hablándonos de mujeres hermosas, de hombres
doloridos y paisajes sin par. ¿Y dónde no estuvo? Sus viajes fueron una
realidad y todo lo vio con una sensibilidad
maravillosa.
A diferencia de otros novelistas
que hacen escenarios de “composición”, postizos y falsos para sus personajes,
este escritor francés del exotismo romántico vivió personalmente la exuberancia
de los climas y la tristeza de los rincones olvidados de las ciudades lejanas.
Nada hubo en él que no tuviera la marca de la autenticidad en medio de su
imaginación de novelista. Cosa extraña, paradojal si se quiere, pero sus libros
han quedado como recuerdos melancólicos de la peregrinación de un paisajista de
la novela.
Oficial de marina, enamorado de
los horizontes, jamás pasó por su mente traicionar su propio corazón. Ya de
regreso para no levar más el ancla de su buque material, siguió en su cuarto de
escritor rodeado de sus cosas queridas que le recordaban sus viajes u ahí
escribió hasta el final de su jornada de romero del ensueño.
En el panteón de Oloron parece
que volaran gaviotas fantasmales y palomas mensajeras.. Hasta allí llegan en
figuras diáfanas, silenciosas y esquivas las mujeres románticas de sus libros
que han viajado desde Turquía, Islandia, Japón, Tahití y otras islas de los
Mares del Sur, para depositar la ofrenda de su mirada, esa mirada que Loti supo
captar en cada mujer, con lente muy personal, en el misterio de las razas.
¿Para qué vamos a decir que el
barco de Loti está anclado? Para nosotros, los que estamos atiborrados de
inquietudes materiales y vulgares, ese barco entró al dique seco del tiempo,
pero para la juventud, para el muchacho o la niña que recién se asoma a la
vida, el navío de Julián de Viaud se hace a la mar con cada primavera y en las
noches invernales sonreímos cuando a hurtadillas vemos bajo la almohada de esa
juventud “Las Desencantada”. Y sin querer, volvemos la mirada hacia esos
lejanos días en que la emoción nos llegaba como un efluvio al leer las páginas
del inolvidable marino de Rochefort.
Recopilación de: Alejandro Glade R.
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