V.R.C. |
Esa tarde lluviosa ponía a los
ánimos algo de tristeza. La pobre mujer caminaba con su hija hacia la casa de
la dama que solicitaba mediante avisos en los diarios una “niñita de compañía”.
Los pasos eran presurosos porque los empleos se arrebataban frente a la
angustiosa situación económica.
Llegaron y el timbre sonó para el Sésamo Ábrete.
El dialogo fue breve:
-¿Es aquí donde se necesita una
niñita de compañía?
-Si, pase usted.
-¿Puedo hablar con la señora que
puso el aviso en el diario?
-Con ella habla.
-Vengo a ofrecer a mi hija para
lo que usted desea.
_Si, está bien, me agrada la
niñita…
Y la señora da una mirada casi
médica a la pequeña solicitante, para luego invitar a la madre a que se sentara
en el hall. La madre había puesto a su
hijita las galas mejores: el vestido dominguero, los zapatos recién compuestos, el cabello
aderezado con una cinta de color y las manos bien cuidadas. En los ojos claros
de la niñita existía el candor de su edad, reflejándose la única idea que
dominaba su mente, por lo que te había dicho su madre; “Tú vas a vivir en casa
de una buena señora para jugar con la niñita de allí”.
La conversación siguió y se habló
del objeto específico del aviso: una niñita de compañía para la pequeña de la
casa, flor muy animada por ser única, consentida y rezongona. Su soledad se
había juzgado perniciosa y, por ende, en un afán de eliminar ese peligro, se
pensó en la “niñita de compañía”. Se combatiría el hastío y la soledad de la
pequeña dueña de casa…
Los detalles del contrato fueron
interesantes: Pago mensual, alojamiento en la casa, todas las atenciones a
igual que la amita y salida una vez a la semana para ver a su madre. Pero en el
convenio se incluyó una clausula dolorosa, que quizás en el anhelo de obtener
el empleo la madre no reparó. Se trataba de que la niñita de compañía
necesariamente tenía que perder en todos los juegos, en el “pillarse”, en el “luche”,
en “el partido” etc. Jamás podría ganar
la niñita de compañía, porque la molestia para la pequeña dueña de casa podría
ser perjudicial!...
Esto, mis lectores, ocurrió hace
muchos años. Hoy la que fuera una “niñita de compañía” es una mujer hecha y
derecha, con una psiquis que muestra las huellas de aquellos días lejanos
cuando por la obligación de un convenio tenía que perder irremediablemente
hasta en lo más mínimo. Desarrolló un
complejo que le hace perseguir el
triunfo. Es ahora una mujer que pone en todo un deseo loco de victoria y
para ello ha entrado en la política. En éstos días de fiebre partidista se le
puede ver en reuniones en la calle, en todas partes, discutiendo con el ansia
de no perder en lo más mínimo. Le encontramos razón…Cuando fue niñita perdió
tantas, pero tantas veces en los juegos por obligación. Está bien ahora que
gane en el juego de la política, no por obligación, sino por convicción.
Recopilación por: Alejandro Glade R.
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