martes, 6 de octubre de 2015

Horror de Primavera


V.R.C.

        
Las fiestas primaverales están ad-portas y las reinas surgen al amparo del entusiasmo juvenil. Está bien que todos los años el espíritu renueve la alegría al igual que las hojas de los árboles. En esta ocasión pasada ya dijimos que triste espectáculo se dio con la división estudiantil, los orgullos, las intrigas y los afanes absurdos. La risa no admite división salvo en el caso de que fuera enfermiza, patológica, o producida por gases en una sociedad artificial de misántropos… La risa  siempre ha sido más espontánea  que el llanto.

Las muchachas que están actualmente en el trance de ser candidatas a reinas de primavera para grupos de barrio, fábricas, colegios clubes y profesiones forman todas la pulpa de un gran sentimiento de alegría que durante un año ha permanecido adormilado y que ahora, con la aparición de los colores vegetales, pugna por salir fuera de nuestra piel.

Nos hemos acercado a una de estas bellas jóvenes. Nos llamó mucho la atención el hecho de que pese a su gracia y a su  verdadera estampa de reina, se mostrara enemiga de figurar aun entre las precandidatas.

-Agradezco infinitamente la distinción que desean hacerme todos mis compañeros de trabajo y el público en general, pero no puedo… en el fondo de mi corazón no lo deseo… perdonen.

-¿Por qué tan extraño pensamiento?

-No hay nada de raro. Es algo natural, muy natural.

-Usted tiene todas las probabilidades de ganar en la elección, según nos han informado… Su mayoría sería tremenda.

-Sí, lo sé, pero hay algo en mi interior que me dice que no, hay algo que me da miedo.

-¿Qué?

-La experiencia, lo que he visto en pasadas ocasiones, el ambiente en que vivimos me horroriza…
-No le comprendemos… ¿Le ha ocurrido algo?

-A mi personalmente nada, pero les confesaré que me aterra ser candidata a reina de la primavera y pensar en mi retrato pegado en las paredes de las casas, en los postes de las calles y en los micros con deformidades hechas a lápiz, con bigotes de terrorista con motes obscenos y mil muestras más de incultura. No quiero que mi retrato permanezca después de meses y años a la vista del público con la aureola canallesca de la calle…

Ella terminó de hablar y callamos. Le encontramos toda la razón del mundo. Hubo en sus labios una sonrisa, una sonrisa que sólo las reinas pueden dibujar en el lienzo siempre renovado de la primavera.



Recopilación por: Alejandro Glade R.




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