sábado, 17 de octubre de 2015

Mientras Buda sonríe


V.R.C.

        Desde la alta meseta del Tibet, los lamas sumergidos en el marasmo de sus sueños han considerado los problemas de un mundo en lucha como incidentes entre niños. Legendaria ha sido la indiferencia ante todo lo que ocurre más allá de las fronteras que Sven Hedin cruzó para darnos una visión de  la existencia de lamasarios  misteriosos y villorrios, cuyo exotismo sobrepasa toda imaginación. No hay duda que de esos relatos surgió en parte, la maravillosa novelesca de James Hilton, “Horizontes Perdidos”, con el recordado Shangri-la que vino a satisfacer un anhelo de quietud, de bondad y de infinito.


Con la guerra civil de China, las fronteras del país de los lamasarios se ven amenazadas, Los refugiados llegan a las grandes puertas en busca de amparo, mientras Buda rasga sus gruesos labios.

Escena de Horizontes Perdidos, 1937
El valle de la Luna Azul se llena de rumores y los sacerdotes han detenido sus ruedas de oración, para montar guardia junto a los arcanos del Yunan y del  Amni-Machen para que los forasteros no violen los misterios heredados. El Tibet ha gozado fama, como sabemos, de ser una tierra apartada, otro planeta, indiferente a las convulsiones políticas y a las matanzas de la guerra. Se le ha  creído un paraíso, no obstante, después de setecientos años el Valle de la Luna Azul de los  sueños se ha revelado tal como es. Y los refugiados de todas clases, que visten sedas y joyas deslumbrantes de Cathay o andrajos repugnantes de calleja sórdida, han visto ya que en ese país de leyendas las pasiones son iguales a las de otras partes. No hay nada de la novela famosa. Es verdad que ésta fue una ficción con los trajes y el ambiente de la tierra del Dalai Lama, arreglada en forma convencional para satisfacer nuestra ansia de verdad, de paz y construcción.

El asombro de los fugitivos, sin duda, fue grande. Por los caminos largos y penosos cayeron y se levantaron con la esperanza de llegar al oasis soñado. Por el paso entre las montañas nevadas y azotadas por el viento portaron su carga de sufrimientos corporales y mentales, para arribar al valle… ¡Desilusión! Todo era igual.

En el país de los lamas, país que imaginábamos apacible, la política también tiene su enorme rueda de oración y altares primorosos desde los tiempos de Kublai Khan.  En cónclaves eufóricos, los lamas, junto a sus secretos, pierden y ganan partidas y contrapartidas como en cualquier “maelstrom” político. Usurpan y derrocan; traicionan y hacen pactos y también matan… ¿Qué? Sí, los lamas también saben organizar como cualquier mortal, aunque la reveladora Alejandra David Neel haya dicho que esos sacerdotes necesitan la mística palabra “hik” para bien morir.

Esta dura realidad ha sido un dolor más para los que han llegado a golpear en las enormes puertas.
Entretanto, Buda sonríe, pero sin dejar de pensar en lo triste y miserable de la condición humana. ¿No fue él quien dijo antes de morir que nada es durable? Ni la tranquilidad en el Valle de la Luna Azul…


Recopilado por: Alejandro Glade R.





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