Transatlántico "United States" 14 de Julio 1952 |
El contraste nos llama la
atención: una nave moderna, veloz, con intrincado sistemas hidráulicos,
generadores, compresores, en fin, con materiales suministrados por ochocientas
firmas industriales , y un buque a vela que se aventura en la inmensidad como
en los antiguos tiempos a merced de los
vientos. ¿Cómo se revive la epopeya de los “windjammers”! Parece que se
volviera con el “Pamir” a las
legendarias carreras de los veleros que acarreaban trigo entre Australia e
Inglaterra, pasando por el Cabo de Hornos, o bien, a los prolongados cruceros
de los bergantines que dieron renombre a capitanes, a puertos lejanos y a
bellos libros.
"Pamir" cruzando el Cabo de Hornos 1949 |
Los nombres Joseph Conrad y de
Alan Villiers surgen por mágica asociación con los veleros Villiers se quedó en
su reciente libro “Mares del Monzón” de que el Océano Indico ya no tiene ningún
buque a vela “bona fide”, en los vientos del comercio entre Bombay Y Ciudad del
Cabo. Estos buques también han desaparecido de otros océanos por mandato del
progreso. Es verdad que las modalidades de la vida en el mar han cambiado fundamentalmente.
Las tripulaciones ya no poseen, como antes, el espíritu de aventura, y están sitiadas
en todas partes por las necesidades económicas que les esperan en tierra. Y si
existe aún ese espíritu, aparece muy constreñido
en viajes esporádicos como el que ahora realiza el “Pamir”. Aunque se zarpe con
un rumbo determinado, los vientos a veces muestran sus caprichos. La taimada
actitud de las corrientes y la parálisis atmosférica, son azares que cuentan
mucho hoy en los cálculos económicos de un viaje. El viento es un combustible
barato, pero las tripulaciones ganan salarios cada día que pasa.
"Pamir" |
Tal vez sea una chifladura pero
¿ha observado alguno de ustedes como grandes y chicos miran buques a vela que
se presentan navegando en las tapas de las cajas de chocolates, que se exhiben
en las ventanas? En esa contemplación muda se anida un deseo inequívoco de
romance. Casi todos nos sentimos capitanes o cocineros de esos barcos que
navegan junto a nuestra imaginación.
Recopilación por: Alejandro Glade R.
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