jueves, 27 de agosto de 2015

Charleston




HA VUELTO EL CHARLESTON, baile que al comienzo de la década del veinte, hizo furor en nuestro país. Vino, por supuesto, del extranjero y encontró fácil acomodo entre la juventud de aquel tiempo. La “flapper” de post guerra, con su pollera corta, sus medias claras y su ademán suelto, lo bailaba a las mil maravillas. Pero el tiempo se ha encargado de suavizarlo un poco, no en el ritmo, sino en las figuras que se hacen con las piernas. Hemos visto bailar el Charleston de ahora y nos resulta un tanto monótono en los movimientos de los  bailarines. Por supuesto que hay algunos que ponen mayor agilidad, pero  son tildados de “excéntricos”.

Pero lo más interesante es la reacción que se opera en el hombre maduro de hoy que bailó el Charleston hace treinta años, cuando en las orquestas se utilizaba el banjo. Se bailaba en ese tiempo al compás de conjuntos musicales, orquestas de jazz, y no como ahora con radio o electrolas. La falta de agilidad de los bailarines maduros de ahora tiene su disculpa en la fuente musical. Algunos dicen:
-Con orquesta se podía bailar muy bien.

Sin embargo olvidan que son sus articulaciones las que no están bien  para mover las piernas en el vértigo del baile: El Charleston exige energía muscular y no una  orquesta. Con el progreso de la electrónica, un disco fonográfico se puede utilizar a la perfección. Empero, la artritis o la falta de elasticidad o tonicidad de los  músculos solamente necesita un tratamiento médico.

Hemos visto a uno de  estos caballeros maduros bailar Charleston, a su manera. Apenas  ha alcanzado a terminar el baile y se ha sentado con el corazón enloquecido, resoplando y con pocos deseos  de seguir en la jarana. Culpa de todo al ambiente, al calor, a la música, pero olvida que han transcurrido tres décadas desde aquellos días en que brincaba y hacía figuras en los salones. Y se tiene que contentar, en seguida, con un vals lento o un foxtrot adormilado.

El Charleston volvió para la juventud. Cuando apareció por primera vez los maduros de aquel tiempo tuvieron que verlo bailar y nada más, igual como hoy lo hacen los entrados en años. Aunque recuerden sonrientes que también fueron terribles para el baile estrepitoso. Cada cosa con su tiempo.

Recopilación por: Alejandro Glade R.


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