V.R.C. |
Hay que tener hoy una fortuna para estudiar medicina. Ya
pasaron los tiempos en que con sacrificios mil, un estudiante lograba recibirse
de galeno, aunque sus padres fueran pobres. La posibilidad existía. En la
actualidad, la escasez de médicos hace pensar en esta fortuna que se debe
poseer para realizar los largos estudios que no dejan tiempo para ganarse la
vida, mientras se está con los libros y los trabajos prácticos.
¿Acaso la vocación médica no existe también en la juventud
de escasos recursos?
Hace treinta años un cuarto con pensión, en un “piuchen”
para estudiantes, valía 120 pesos mensuales. La vestimenta podía comprarse sin
mucho desembolso. Hoy una pensión cualquiera está por las nubes y la ropa más
allá de la estratosfera. Sólo los padres con recursos pueden suministrar al
estudiante, durante siete años de estudios universitarios, la tranquilidad
económica necesaria.
Es una lástima que jóvenes con capacidad y vocación, pero
pobres, tengan que renunciar por fuerza al noble estudio de la medicina. El
país necesita médicos. Ahora, por ejemplo, en esta época del año, cuando los
facultativos de diversos servicios salen de vacaciones, se siente la falta de
ellos para los reemplazos. Aún más, ¿Cuántas zonas de Chile están huérfanas de
estos profesionales? Fuera del escaso número de ellos para determinados grupos
de población, está la inexistencia absoluta de médicos en regiones apartadas
pero importantes.
En cuanto a dentistas
podemos decir lo mismo, pues se ha dado
que en la región norte la escasez de odontólogos es grave. Un escolar tiene que
esperar hasta ocho meses para que pueda ser revisada su dentadura por segunda
vez, lo que es dramático a causa de la rapidez con que los dientes de los niños
se echan a perder.
El problema del estudiante pobre ante las profesiones caras,
se asocia a la despreocupación moderna de la vocación, factor vital para el
buen éxito de los estudios. La beca en una Fundación sería la solución del
problema, en parte, pero la Fundación misma de esta clase sería otra dificultad
enorme, porque no se trata de atender a media docena de estudiantes, sino
abarcar las vocaciones y las capacidades que surgen año tras año en diversas
partes de la República. Los profesionales de la medicina no deben salir
solamente de los núcleos acomodados.
Con una Fundación de esta naturaleza, que podría tener un
pensionado barato y ropa sin etiquetas llamativas, es decir, casa, comida y
vestimenta sin grandes gastos, podría conseguirse que los estudiantes sin
recursos estudiaran los largos años que exige la profesión de médico, y luego,
por haber estado en esta Fundación, se trasladarán ya egresados a pueblos
apartados de provincias, para ejercer allí su misión, que es indispensable para
la colectividad. Es anticuado e inhumano pensar que solamente las grandes
ciudades son viveros de enfermos…
Para vivir alejado de los grandes centros de población, que
cada día ofrecen múltiples atracciones, un médico debe poseer verdadera
vocación. ¿No es éste un requisito impuesto por Hopócrates? ¡Ay!, cómo nos
duele el páncreas cuando abordamos el tema.
Recopilación por: Alejandro Glade R.
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