sábado, 29 de agosto de 2015

Con Permiso de Hipócrates.



V.R.C.
Hay que tener hoy una fortuna para estudiar medicina. Ya pasaron los tiempos en que con sacrificios mil, un estudiante lograba recibirse de galeno, aunque sus padres fueran pobres. La posibilidad existía. En la actualidad, la escasez de médicos hace pensar en esta fortuna que se debe poseer para realizar los largos estudios que no dejan tiempo para ganarse la vida, mientras se está con los libros y los trabajos prácticos.

¿Acaso la vocación médica no existe también en la juventud de escasos recursos?

Hace treinta años un cuarto con pensión, en un “piuchen” para estudiantes, valía 120 pesos mensuales. La vestimenta podía comprarse sin mucho desembolso. Hoy una pensión cualquiera está por las nubes y la ropa más allá de la estratosfera. Sólo los padres con recursos pueden suministrar al estudiante, durante siete años de estudios universitarios, la tranquilidad económica necesaria.

Es una lástima que jóvenes con capacidad y vocación, pero pobres, tengan que renunciar por fuerza al noble estudio de la medicina. El país necesita médicos. Ahora, por ejemplo, en esta época del año, cuando los facultativos de diversos servicios salen de vacaciones, se siente la falta de ellos para los reemplazos. Aún más, ¿Cuántas zonas de Chile están huérfanas de estos profesionales? Fuera del escaso número de ellos para determinados grupos de población, está la inexistencia absoluta de médicos en regiones apartadas pero importantes.

 En cuanto a dentistas podemos decir lo mismo, pues  se ha dado que en la región norte la escasez de odontólogos es grave. Un escolar tiene que esperar hasta ocho meses para que pueda ser revisada su dentadura por segunda vez, lo que es dramático a causa de la rapidez con que los dientes de los niños se echan a perder.

El problema del estudiante pobre ante las profesiones caras, se asocia a la despreocupación moderna de la vocación, factor vital para el buen éxito de los estudios. La beca en una Fundación sería la solución del problema, en parte, pero la Fundación misma de esta clase sería otra dificultad enorme, porque no se trata de atender a media docena de estudiantes, sino abarcar las vocaciones y las capacidades que surgen año tras año en diversas partes de la República. Los profesionales de la medicina no deben salir solamente de los núcleos acomodados.

Con una Fundación de esta naturaleza, que podría tener un pensionado barato y ropa sin etiquetas llamativas, es decir, casa, comida y vestimenta sin grandes gastos, podría conseguirse que los estudiantes sin recursos estudiaran los largos años que exige la profesión de médico, y luego, por haber estado en esta Fundación, se trasladarán ya egresados a pueblos apartados de provincias, para ejercer allí su misión, que es indispensable para la colectividad. Es anticuado e inhumano pensar que solamente las grandes ciudades son viveros de enfermos…

Para vivir alejado de los grandes centros de población, que cada día ofrecen múltiples atracciones, un médico debe poseer verdadera vocación. ¿No es éste un requisito impuesto por Hopócrates? ¡Ay!, cómo nos duele el páncreas cuando abordamos el tema.


Recopilación por: Alejandro Glade R.



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